POST SCRIPTUM A LA VALORACIÓN DEL AMOR
Abel Guzmán
Un
día de julio del año 2013, una amiga me prestó el libro El arte de amar de Erich Fromm, libro que había leído unos años
antes pero que me provocó revisar nuevamente. En ese tiempo estaba trabajando
en un guion, un poco complicado, pero motivado por la lectura de aquel libro decidí
dejar esa labor momentáneamente -procrastinar tal vez- y escribir algunas
líneas sobre uno de los temas más usados y reflexionados: El amor.
No
creo que sea necesario fundamentar el valor del amor, para la mayoría resulta imperioso
y elevado buscarlo. Aun así es interesante pensar en una posible explicación de
ese sentimiento. En el Banquete de Platón se habla de la emoción de infinito
que posee la pasión amorosa. Es la trascendencia hacia una superioridad
universal. ¿Cómo es que funciona esto? Creo que en una idea despojada de complejidades
se puede resumir: Cuando amas a alguien sientes que has cumplido una misión
irrenunciable y vital. Un rabino hasidico dijo
antes de morir: “Cuando llegue al cielo me pedirán cuentas de porque no
me he convertido en lo que solo yo podía ser”. Esa misión que solo uno puede
cumplir, ese ser que ama es en lo que uno debe convertirse. Estamos llamados continuamente
a cumplir esa labor.
En el jardin, de Pierre-Auguste Renoir
Decía
Schopenhauer: “Nada justifica nuestra lucha ni nuestro esfuerzo…todas las cosas
buenas no son sino vanidad, el mundo entero es una bancarrota, como un negocio
que no cubre sus propios gastos”. Su afirmación parece confirmarse por la suma
de frustraciones que uno puede encontrar en el camino y por lo perecedero de
las alegrías pero aun así hemos encontrado un refugio al asumir el amor,
queremos compartir nuestras vidas con otras personas, queremos hasta encontrar
un elemento fantástico en el hecho de amar. Vallejo escribe en Las ventanas se
han estremecido: “Ignoro lo que será del enfermo esta mujer, que le besa y no
puede sanarle con el beso, le mira y no puede sanarle con los ojos, le habla y
no puede sanarle con el verbo. ¿Es su madre? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle?
¿Es su amada? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su hermana? Y ¿cómo, pues,
no puede sanarle? ¿Es, simplemente, una mujer? ¿Y cómo pues, no puede sanarle?
Porque esta mujer le ha besado, le ha mirado, le ha hablado y hasta le ha
cubierto mejor el cuello al enfermo y ¡cosa verdaderamente asombrosa! no le ha
sanado”. Conmueve que ante la fuerza que se percibe del amor, ante su
constancia, Vallejo se asombre de que el amor no pueda tener un efecto
sobrenatural.
El beso, de Toulouse Lautrec
Resumiendo
las experiencias en el recuerdo, vemos que la vida posee la adversidad como componente
inseparable. Esto lo expresó conclusivamente Robert Burton en su Anatomía de la melancolía al decir que “es
absurdo y a la vez ridículo que algún ser humano busque la dicha perpetua en
esta vida. No existen la ventura y el placer en sentido absoluto, sin mezcla de
amargura, de lamentación o de envidia a modo de oculta esencia”. El amor no
puede constituir tampoco un recorrido fácil, pero es necesaria la resolución en
su búsqueda y su conservación. Con ese convencimiento se debe enfrentar al
mundo y se debe enfrentar la misión de aceptar al amor con sus posibles complicaciones.
Así lo pensaba William James: “El más íntimo amor humano envuelve un germen
potencial de alejamiento o de odio”. Contra todo seguiremos viendo al amor como
una solución total y existencial, aquello que cura las heridas emocionales que
el hombre no puede evitar. Eriximaco en el Fedro razonaba de esta manera: “La
medicina está gobernada por el amor, salud y enfermedad es solo el amor bueno y
el amor malo”.
El cumpleaños, de Marc Chagall
Hay
argumentos que no favorecen la imagen del amor, como la necesidad de
involucrarse en la consecución de otras metas que exigen mayor tiempo y dedicación.
Julio Verne respondió de esta manera cuando le preguntaron porque sus obras
tenían pocos personajes femeninos: “El amor es una pasión tan absorbente que
deja muy poco lugar para otra cosa en el corazón del hombre”. Es cierto que las
grandes empresas demandan grandes recursos, pero recordemos que también es
ineluctable la realización amorosa. Pensemos en Mussolini, quien en los últimos
momentos de la guerra le escribió lo siguiente a su esposa:
Querida Raquel: He
llegado al último capítulo de mi vida, a la última página de mi libro.
Probablemente no volveremos a vernos y por eso te escribo esta carta. Te pido
perdón por todo el mal que involuntariamente haya podido causarte. Tú sabes que
has sido la única mujer a la que de verdad he querido; te lo juro ante Dios y
por la memoria de nuestro pobre Bruno…Te confío a Ana y a Romano, Sobre todo
Ana, debe tenerte siempre. Tú sabes cuánto los quiero. Bruno los protegerá
desde el cielo. Muchos besos para ti y para los niños. – Benito, 26 de Abril de
1945.
El matrimonio Arnolfini, de Jan Van Eyck
Estando
Mussolini en las cercanías de la muerte recurre al amor como lenitivo, habiéndose dedicado a su gran proyecto bélico
no puede suprimir la necesidad de afecto. Otra visión contraria que trastocaría
nuestra idea del amor es su hecho incondicional o de proyección total hacia la
persona que amamos. Stirner se refiere a esto de la siguiente manera: “Si te
prodigo mis atenciones es porque me eres querido, encuentro en ti el alimento
de mi corazón, por egoísmo te amo, eres tú mismo, con tu esencia que no es nada
superior”. El individualista nos dice que el amor cumpliría un proceso cíclico.
Su impulso acabaría en el ser que ama, no terminaría en el ser amado, pero aquí
lo importante no es solo el punto de arribo del sentimiento amoroso sino como
se sientan las personas que aman, en esa experiencia el que ama y el que es
amado recibe el amor, este viaja continuamente entre los dos y ambos terminan
siendo su finalidad y su origen. El amor encuentra a su favor la reflexión de
J. Pieper: “En rigor, no es amado quien es deseado, sino aquel para quien se
desea algo”. Nos dice que desear no es amar, no es su equivalencia.
Casados por amor, de Marcus Stone
Entonces
¿que ha sido el amor desde nuestra perspectiva, desde lo vivido por cada uno de
nosotros? Podría decir que es un efecto inmediato, no precisa de un transcurso difícil
para que nazca en una persona. El amor se presenta irrefrenable y posteriormente
se va desarrollando. Su llamado simplemente llega a nosotros, o como diría Kent
Bach poéticamente: “El amor es la respuesta cuando no hay una pregunta”. De
esta forma podemos decir que tiene un principio irracional. Por ello Martin
Buber manifestaba que “cuando se sabe porque se ama, es que ya no se ama”. Por
ese imperativo se puede decir que en la búsqueda del amor existe una necesidad
de infinito, como cuando San Anselmo en el Proslogion hace hablar a alguien que
busca conocer a Dios y dice: “Nunca te he visto señor Dios mío, no conozco tu
rostro”. Nosotros podemos acceder a presenciar el rostro del amor, podemos
vivirlo y no pesarnos de su lejanía.
Los amantes, de René Magritte
Después
de esto nos preguntamos que tanto podemos sacrificar para lograr el amor.
Sabemos que debemos luchar por encontrarlo y por mantenerlo libre, cuando lo
tenemos, de los desacuerdos y de la exacerbación de los errores. Kafka, cuando
supo que su relación estaba perdida con Felice Bauer le escribió: “Me sorprende
que en los cuentos de hadas no se luche tanto por una mujer como yo lo he hecho
por ti”. Él comprendió, más allá de sus problemas emocionales, que en la
persona amada estaba la respuesta que no perece. Así se puede concluir que la
complementación, la totalidad se puede alcanzar en el sentimiento amoroso. En
el caso del hombre, encuentra en la mujer una especial superación, que
constituye, por supuesto, un plano diferente de la vida.
Las dos amigas, de Louis-Jean-Francois Lagrenèe
Este
vínculo psicológico y existencial lo manifiesta Karl Kraus cuando escribe: “La
esencia emocional femenina no es desenfrenada o nihilista sino más bien tierna fantasía
que viene a ser el origen inconsciente de todo lo que tiene algún valor en la
experiencia humana. La fantasía femenina fecunda a la razón masculina y le
señala la dirección”. La necesidad y a veces la urgencia del amor subyace en muchas
de las motivaciones humanas, es y será lo invariable en la historia de la
humanidad, y continuará en un mundo donde, bajo el odio y el dolor, una persona
siempre estará buscando a otra para alcanzar ese refugio y esa sensación de infinito
que proviene del hecho de amar a otro ser humano. Y si uno de ellos faltara, brotaría
la tristeza envuelta en las palabras de
W. H. Auden:
Ya no quiero las
estrellas
Apáguenlas todas
Empaquen la luna
desarmen el sol
vacíen el océano
y
corten los
bosques
porque de ahora
en adelante
ya nada me dará
algo bueno.
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