miércoles, 10 de mayo de 2017

POST SCRIPTUM A LA VALORACIÓN DEL AMOR 

Abel Guzmán 

Un día de julio del año 2013, una amiga me prestó el libro El arte de amar de Erich Fromm, libro que había leído unos años antes pero que me provocó revisar nuevamente. En ese tiempo estaba trabajando en un guion, un poco complicado, pero motivado por la lectura de aquel libro decidí dejar esa labor momentáneamente -procrastinar tal vez- y escribir algunas líneas sobre uno de los temas más usados y reflexionados: El amor.

No creo que sea necesario fundamentar el valor del amor, para la mayoría resulta imperioso y elevado buscarlo. Aun así es interesante pensar en una posible explicación de ese sentimiento. En el Banquete de Platón se habla de la emoción de infinito que posee la pasión amorosa. Es la trascendencia hacia una superioridad universal. ¿Cómo es que funciona esto? Creo que en una idea despojada de complejidades se puede resumir: Cuando amas a alguien sientes que has cumplido una misión irrenunciable y vital. Un rabino hasidico dijo  antes de morir: “Cuando llegue al cielo me pedirán cuentas de porque no me he convertido en lo que solo yo podía ser”. Esa misión que solo uno puede cumplir, ese ser que ama es en lo que uno debe convertirse. Estamos llamados continuamente a cumplir esa labor. 

En el jardin, de Pierre-Auguste Renoir

Decía Schopenhauer: “Nada justifica nuestra lucha ni nuestro esfuerzo…todas las cosas buenas no son sino vanidad, el mundo entero es una bancarrota, como un negocio que no cubre sus propios gastos”. Su afirmación parece confirmarse por la suma de frustraciones que uno puede encontrar en el camino y por lo perecedero de las alegrías pero aun así hemos encontrado un refugio al asumir el amor, queremos compartir nuestras vidas con otras personas, queremos hasta encontrar un elemento fantástico en el hecho de amar. Vallejo escribe en Las ventanas se han estremecido: “Ignoro lo que será del enfermo esta mujer, que le besa y no puede sanarle con el beso, le mira y no puede sanarle con los ojos, le habla y no puede sanarle con el verbo. ¿Es su madre? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su amada? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su hermana? Y ¿cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es, simplemente, una mujer? ¿Y cómo pues, no puede sanarle? Porque esta mujer le ha besado, le ha mirado, le ha hablado y hasta le ha cubierto mejor el cuello al enfermo y ¡cosa verdaderamente asombrosa! no le ha sanado”. Conmueve que ante la fuerza que se percibe del amor, ante su constancia, Vallejo se asombre de que el amor no pueda tener un efecto sobrenatural. 

El beso, de Toulouse Lautrec


Resumiendo las experiencias en el recuerdo, vemos que la vida posee la adversidad como componente inseparable. Esto lo expresó conclusivamente Robert Burton en su Anatomía de la melancolía al decir que “es absurdo y a la vez ridículo que algún ser humano busque la dicha perpetua en esta vida. No existen la ventura y el placer en sentido absoluto, sin mezcla de amargura, de lamentación o de envidia a modo de oculta esencia”. El amor no puede constituir tampoco un recorrido fácil, pero es necesaria la resolución en su búsqueda y su conservación. Con ese convencimiento se debe enfrentar al mundo y se debe enfrentar la misión de aceptar al amor con sus posibles complicaciones. Así lo pensaba William James: “El más íntimo amor humano envuelve un germen potencial de alejamiento o de odio”. Contra todo seguiremos viendo al amor como una solución total y existencial, aquello que cura las heridas emocionales que el hombre no puede evitar. Eriximaco en el Fedro razonaba de esta manera: “La medicina está gobernada por el amor, salud y enfermedad es solo el amor bueno y el amor malo”.

 El cumpleaños, de Marc Chagall


Hay argumentos que no favorecen la imagen del amor, como la necesidad de involucrarse en la consecución de otras metas que exigen mayor tiempo y dedicación. Julio Verne respondió de esta manera cuando le preguntaron porque sus obras tenían pocos personajes femeninos: “El amor es una pasión tan absorbente que deja muy poco lugar para otra cosa en el corazón del hombre”. Es cierto que las grandes empresas demandan grandes recursos, pero recordemos que también es ineluctable la realización amorosa. Pensemos en Mussolini, quien en los últimos momentos de la guerra le escribió lo siguiente a su esposa:
Querida Raquel: He llegado al último capítulo de mi vida, a la última página de mi libro. Probablemente no volveremos a vernos y por eso te escribo esta carta. Te pido perdón por todo el mal que involuntariamente haya podido causarte. Tú sabes que has sido la única mujer a la que de verdad he querido; te lo juro ante Dios y por la memoria de nuestro pobre Bruno…Te confío a Ana y a Romano, Sobre todo Ana, debe tenerte siempre. Tú sabes cuánto los quiero. Bruno los protegerá desde el cielo. Muchos besos para ti y para los niños. – Benito, 26 de Abril de 1945.

El matrimonio Arnolfini, de Jan Van Eyck

Estando Mussolini en las cercanías de la muerte recurre al amor como lenitivo,  habiéndose dedicado a su gran proyecto bélico no puede suprimir la necesidad de afecto. Otra visión contraria que trastocaría nuestra idea del amor es su hecho incondicional o de proyección total hacia la persona que amamos. Stirner se refiere a esto de la siguiente manera: “Si te prodigo mis atenciones es porque me eres querido, encuentro en ti el alimento de mi corazón, por egoísmo te amo, eres tú mismo, con tu esencia que no es nada superior”. El individualista nos dice que el amor cumpliría un proceso cíclico. Su impulso acabaría en el ser que ama, no terminaría en el ser amado, pero aquí lo importante no es solo el punto de arribo del sentimiento amoroso sino como se sientan las personas que aman, en esa experiencia el que ama y el que es amado recibe el amor, este viaja continuamente entre los dos y ambos terminan siendo su finalidad y su origen. El amor encuentra a su favor la reflexión de J. Pieper: “En rigor, no es amado quien es deseado, sino aquel para quien se desea algo”. Nos dice que desear no es amar, no es su equivalencia.

Casados por amor, de Marcus Stone

Entonces ¿que ha sido el amor desde nuestra perspectiva, desde lo vivido por cada uno de nosotros? Podría decir que es un efecto inmediato, no precisa de un transcurso difícil para que nazca en una persona. El amor se presenta irrefrenable y posteriormente se va desarrollando. Su llamado simplemente llega a nosotros, o como diría Kent Bach poéticamente: “El amor es la respuesta cuando no hay una pregunta”. De esta forma podemos decir que tiene un principio irracional. Por ello Martin Buber manifestaba que “cuando se sabe porque se ama, es que ya no se ama”. Por ese imperativo se puede decir que en la búsqueda del amor existe una necesidad de infinito, como cuando San Anselmo en el Proslogion hace hablar a alguien que busca conocer a Dios y dice: “Nunca te he visto señor Dios mío, no conozco tu rostro”. Nosotros podemos acceder a presenciar el rostro del amor, podemos vivirlo y no pesarnos de su lejanía.

Los amantes, de René Magritte

Después de esto nos preguntamos que tanto podemos sacrificar para lograr el amor. Sabemos que debemos luchar por encontrarlo y por mantenerlo libre, cuando lo tenemos, de los desacuerdos y de la exacerbación de los errores. Kafka, cuando supo que su relación estaba perdida con Felice Bauer le escribió: “Me sorprende que en los cuentos de hadas no se luche tanto por una mujer como yo lo he hecho por ti”. Él comprendió, más allá de sus problemas emocionales, que en la persona amada estaba la respuesta que no perece. Así se puede concluir que la complementación, la totalidad se puede alcanzar en el sentimiento amoroso. En el caso del hombre, encuentra en la mujer una especial superación, que constituye, por supuesto, un plano diferente de la vida.

 Las dos amigas, de Louis-Jean-Francois Lagrenèe

Este vínculo psicológico y existencial lo manifiesta Karl Kraus cuando escribe: “La esencia emocional femenina no es desenfrenada o nihilista sino más bien tierna fantasía que viene a ser el origen inconsciente de todo lo que tiene algún valor en la experiencia humana. La fantasía femenina fecunda a la razón masculina y le señala la dirección”. La necesidad y a veces la urgencia del amor subyace en muchas de las motivaciones humanas, es y será lo invariable en la historia de la humanidad, y continuará en un mundo donde, bajo el odio y el dolor, una persona siempre estará buscando a otra para alcanzar ese refugio y esa sensación de infinito que proviene del hecho de amar a otro ser humano. Y si uno de ellos faltara, brotaría la tristeza envuelta en las palabras de  W. H. Auden:
Ya no quiero las estrellas
Apáguenlas todas
Empaquen la luna
desarmen el sol
vacíen el océano y
corten los bosques
porque de ahora en adelante
ya nada me dará algo bueno. 



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