En nuestro país, el arte textil es un proceso cultural que presenta diversos aspectos de nuestra estructura social y que, en el pasado, alcanzó gran desarrollo gracias a la extraordinaria habilidad de quienes la realizaron.
El Perú es una región de gran diversidad climática y la necesidad de cubrirse llevó al hombre peruano a producir variada vestimenta, hecha a partir de fibras vegetales y animales.
En el Perú pre-hispánico, el vestido tuvo relevancia cultural y sus variedades en forma y calidad indicaban diferencias étnicas y sociales. La más antigua indumentaria textil conocida corresponde al taparrabos, hecho de hilo de algodón con la técnica de entrelazado y que fue utilizado preferentemente por los habitantes de la costa y sierra en tiempos pre-cerámicos.
De la época Chavín se conocen tejidos cuyo carácter distintivo es el empleo de tramas dobles sobre una urdimbre simple y decoración pintada.
En la cultura Paracas, las expresiones textiles demuestran perfección, además destacan por lo elaborado, refinado y variado de su ornamentación polícroma, con motivos antropomorfos, zoomorfos, fitomorfos y míticos.
La Cultura Mochica aparece en el norte del país, pese a no disponer evidencia material, destacó en forma particular en la técnica de la tapicería, el tapiz Kelim, con variada decoración policroma. Sin embargo las mejores referencia viene de las cerámicas, en la cuales se puede apreciar variedades de tejidos.
A la llegada de los españoles, los Incas habían conquistado todo el territorio que formó el Tahuantinsuyo, imponiendo su cultura y uniformando el vestido de sus habitantes. Los varones y mujeres de cada pueblo y provincia podían diferenciarse utilizando señales en la indumentaria, por ejemplo; los Cañaris de Tumibamba usaban una corona de madera; los de Cajamarca se sujetaban el cabello con una honda y los de Huamachuco utilizaban cordones rojos en la cabeza. Como símbolo de su rango los varones nobles del Cusco usaban una angosta trenza enrollada con algunas vueltas en la cabeza.
El vestido femenino se componía fundamentalmente de dos mantas: una, que era el «acsu» o «anacu», que se envolvían al cuerpo por debajo de los brazos y, tirando de las puntas, prendían sobre los hombros con unos grandes «tupu» o alfileres de oro, plata o de aleaciones de cobre, formando así una especie de túnica sin costuras que les dejaba libres los brazos y, como quedaba abierta por un lado, desde la cintura para abajo, al caminar se abrían las orillas permitiendo ver la pierna y el muslo.
La indumentaria femenina fue generalmente sencilla, carente de riqueza y suntuosidad de la masculina.
Llevaban las mujeres el cabello muy largo y peinado, algunas veces suelto, otras trenzado, acostumbrando ceñirlo sobre la frente con una cinta llamada vincha. Como tocado usaban la pampacona, doblada en tres o cuatro y puesta de manera que una punta les caía sobre la frente y la otra por la espalda, dejando el cabello descubierto a los lados. No usaban orejeras o zarcillos, ni se horadaban las orejas como los varones, aunque si calzaban la usuta. Todas las mujeres vestían de igual manera, diferenciándose la ropa de las nobleza Inca o indias principales por la finura de los tejidos y el primor del labrado, así como por el lujo de los adornos.
EL VESTIDO EN LA ÉPOCA COLONIAL
A fines del siglo XVIII la industria textil sufrió un gran decaimiento en todo el territorio. La creciente importación de tejidos europeos, ilícita o no, así como los intereses comerciales de España a quien no convenía el auge industrial de las colonias, que competirían con su decadente producción, terminaron paulatinamente con el funcionamiento de los obrajes. Los españoles afincados en el Perú continuaron vistiendo a la manera acostumbrada, siguiendo la moda vigente en su tierra natal. Pasada la Conquista y guerras Civiles, y establecido el Virreinato, el vestido de la clase dominante fue haciéndose cada vez más suntuoso, como reflejo del lujo en el vestir. Bajo el gobierno del Virrey Toledo el lujo aumentó no solamente en Lima sino también en las principales ciudades del Virreynato. En Lima la sobriedad del vestido de los primeros conquistadores dio paso al derroche de gracia y color que distinguirían definitivamente la indumentaria de la ciudad virreinal.
El vestido femenino de las clases altas se caracterizó por la profusión de sedas, terciopelos y encajes. Siguiendo la moda europea, usaban superpuestas varias polleras confeccionadas con ricas telas, mantos seda y tafetán para salir a la calle, finas medias de seda y zapatos primorosos en los que cifraban su orgullo. La ropa interior, calzones, camisas, camisolas y enaguas, eran de la más fina batista (tela muy delgada), adornadas con blondas, encajes y cintas. Al parecer, en Lima no fueron afectas a llevar sombrero, aunque más tarde, en el siglo XVIII, para ir al teatro usaban unos pequeños, prendidos a la cabeza con alfileres, y para montar a caballo o para los paseos campestres, unos alones de paja, de origen español y factura mestiza, que por entonces estuvieron muy en boga. Por su parte, las mujeres de las clases populares adoptaron ampliamente el uso del sombrero desde mediados del siglos XVI, de paja o de paño y de formas y tamaños diversos.
El Perú es una región de gran diversidad climática y la necesidad de cubrirse llevó al hombre peruano a producir variada vestimenta, hecha a partir de fibras vegetales y animales.
En el Perú pre-hispánico, el vestido tuvo relevancia cultural y sus variedades en forma y calidad indicaban diferencias étnicas y sociales. La más antigua indumentaria textil conocida corresponde al taparrabos, hecho de hilo de algodón con la técnica de entrelazado y que fue utilizado preferentemente por los habitantes de la costa y sierra en tiempos pre-cerámicos.
De la época Chavín se conocen tejidos cuyo carácter distintivo es el empleo de tramas dobles sobre una urdimbre simple y decoración pintada.
En la cultura Paracas, las expresiones textiles demuestran perfección, además destacan por lo elaborado, refinado y variado de su ornamentación polícroma, con motivos antropomorfos, zoomorfos, fitomorfos y míticos.
La Cultura Mochica aparece en el norte del país, pese a no disponer evidencia material, destacó en forma particular en la técnica de la tapicería, el tapiz Kelim, con variada decoración policroma. Sin embargo las mejores referencia viene de las cerámicas, en la cuales se puede apreciar variedades de tejidos.
A la llegada de los españoles, los Incas habían conquistado todo el territorio que formó el Tahuantinsuyo, imponiendo su cultura y uniformando el vestido de sus habitantes. Los varones y mujeres de cada pueblo y provincia podían diferenciarse utilizando señales en la indumentaria, por ejemplo; los Cañaris de Tumibamba usaban una corona de madera; los de Cajamarca se sujetaban el cabello con una honda y los de Huamachuco utilizaban cordones rojos en la cabeza. Como símbolo de su rango los varones nobles del Cusco usaban una angosta trenza enrollada con algunas vueltas en la cabeza.
El vestido femenino se componía fundamentalmente de dos mantas: una, que era el «acsu» o «anacu», que se envolvían al cuerpo por debajo de los brazos y, tirando de las puntas, prendían sobre los hombros con unos grandes «tupu» o alfileres de oro, plata o de aleaciones de cobre, formando así una especie de túnica sin costuras que les dejaba libres los brazos y, como quedaba abierta por un lado, desde la cintura para abajo, al caminar se abrían las orillas permitiendo ver la pierna y el muslo.
La indumentaria femenina fue generalmente sencilla, carente de riqueza y suntuosidad de la masculina.
Llevaban las mujeres el cabello muy largo y peinado, algunas veces suelto, otras trenzado, acostumbrando ceñirlo sobre la frente con una cinta llamada vincha. Como tocado usaban la pampacona, doblada en tres o cuatro y puesta de manera que una punta les caía sobre la frente y la otra por la espalda, dejando el cabello descubierto a los lados. No usaban orejeras o zarcillos, ni se horadaban las orejas como los varones, aunque si calzaban la usuta. Todas las mujeres vestían de igual manera, diferenciándose la ropa de las nobleza Inca o indias principales por la finura de los tejidos y el primor del labrado, así como por el lujo de los adornos.
EL VESTIDO EN LA ÉPOCA COLONIAL
A fines del siglo XVIII la industria textil sufrió un gran decaimiento en todo el territorio. La creciente importación de tejidos europeos, ilícita o no, así como los intereses comerciales de España a quien no convenía el auge industrial de las colonias, que competirían con su decadente producción, terminaron paulatinamente con el funcionamiento de los obrajes. Los españoles afincados en el Perú continuaron vistiendo a la manera acostumbrada, siguiendo la moda vigente en su tierra natal. Pasada la Conquista y guerras Civiles, y establecido el Virreinato, el vestido de la clase dominante fue haciéndose cada vez más suntuoso, como reflejo del lujo en el vestir. Bajo el gobierno del Virrey Toledo el lujo aumentó no solamente en Lima sino también en las principales ciudades del Virreynato. En Lima la sobriedad del vestido de los primeros conquistadores dio paso al derroche de gracia y color que distinguirían definitivamente la indumentaria de la ciudad virreinal.
El vestido femenino de las clases altas se caracterizó por la profusión de sedas, terciopelos y encajes. Siguiendo la moda europea, usaban superpuestas varias polleras confeccionadas con ricas telas, mantos seda y tafetán para salir a la calle, finas medias de seda y zapatos primorosos en los que cifraban su orgullo. La ropa interior, calzones, camisas, camisolas y enaguas, eran de la más fina batista (tela muy delgada), adornadas con blondas, encajes y cintas. Al parecer, en Lima no fueron afectas a llevar sombrero, aunque más tarde, en el siglo XVIII, para ir al teatro usaban unos pequeños, prendidos a la cabeza con alfileres, y para montar a caballo o para los paseos campestres, unos alones de paja, de origen español y factura mestiza, que por entonces estuvieron muy en boga. Por su parte, las mujeres de las clases populares adoptaron ampliamente el uso del sombrero desde mediados del siglos XVI, de paja o de paño y de formas y tamaños diversos.
Durante el siglo XVIII se difundió en el Perú el uso de la mantilla, originalmente prenda popular española que en la península había ganado categoría en los estratos sociales superiores. Como abrigo casero y para salir a la calle en los días fríos se cubrían con gruesos pañolones, siendo las damas de categoría muy afectas a llevar en tiempo tibio los de seda bordada, llamados de Manila. Tanto las mujeres aristócratas como las del pueblo eran muy aficionadas adornarse el cabello con flores y a perfumar su ropa con ellas , de ahí la popularidad de la misturera, típico personaje de la Lima colonial, vendedora callejera de pequeños ramilletes de flores.
Un traje que sin lugar a dudas puede clasificarse como manifestación típicamente limeña de la etapa colonial es de la tapada. Apareció a raíz de la Fundación de Lima, sin saberse quien lo vistió por primera vez, y lo llevaron ininterrumpidamente las mujeres de toda condición social, aun la virreina, hasta comienzos de la segunda mitad del siglo XIX. Se vistió exclusivamente en Lima, no viéndose tapadas ni siquiera en el cercano puerto del Callao. El traje se componía en tres piezas esenciales: la saya, manto o mantón. Originalmente la saya era sumamente ceñida al cuerpo de la cintura al tobillo, era muy plisada y tan estrecha que les ocasionaba dificultad en subir las escaleras o simplemente el caminar.
Para el año 1850 comenzó a usarse la manta que en América lo fue por primera vez en Chile. Era una pieza rectangular que se cubrían las mujeres, envolviéndose desde la cabeza hasta las altura de las caderas. La mata se uso mucho y continuamente en todo el Perú hasta fines del siglo pasado en que decayó la costumbre, aunque sin desaparecer. La limeña se distinguió por el arte, elegancia y variedades formas con que efectuaba el prendido.
EPOCA ACTUAL
Para el año 1850 comenzó a usarse la manta que en América lo fue por primera vez en Chile. Era una pieza rectangular que se cubrían las mujeres, envolviéndose desde la cabeza hasta las altura de las caderas. La mata se uso mucho y continuamente en todo el Perú hasta fines del siglo pasado en que decayó la costumbre, aunque sin desaparecer. La limeña se distinguió por el arte, elegancia y variedades formas con que efectuaba el prendido.
EPOCA ACTUAL
Después de la ejecución del último Inca de Vilcabamba, Túpac Amaru I, en 1572, el virrey Francisco de Toledo decretó, entre otras prohibiciones tendientes a eliminar radicalmente la imagen del incanato, la supresión del vestido autóctono y su reemplazo por patrones ibéricos, especificados por regiones. Sin embargo, en otros aspectos la autoridad española continuó observando, por así convenir a sus intereses, una actitud complaciente y benévola con los miembros de la nobleza Inca, permitiéndoles conservar los cacicazgos y privilegios que les fueron concedidos concluida la Conquista.
A raíz del levantamiento de Tupac Amaru II, en 1780, la autoridad española decretó con renovado rigor la supresión del traje nativo. El indígena, al acatar entonces la drástica orden, recreó los patrones extranjeros impuestos, incorporándoles ciertos elementos y formas de su antiguo atuendo, conjunción hispano india cuyo resultado es el traje popular usado hasta nuestros días. Cambió la mujer el sobrio anacu por las polleras y el varón el uncu por el pantalón y chaqueta, adaptándolas a su idiosincrasia. Recreado el vestido en cada región, según determinado patrón hispano, sin embargo muestra en cada pueblo o comunidad características especiales que lo distingue.
En la indumentaria indígena actual pueden reconocerse varias piezas de indudable procedencia prehispánica : la lliclla o manta de las mujeres de la sierra; el chumpi o faja que los varones y mujeres ciñen en la cintura; el calzado, la antigua usuta o bolsa, que sigue igual a la usada hace milenios; la chucupa ayacuchana, posible reminiscencia de la pampacona pieza de fino cumbi doblada que llevaban sobre la cabeza la mujeres del tahuantinsuyo.
A raíz del levantamiento de Tupac Amaru II, en 1780, la autoridad española decretó con renovado rigor la supresión del traje nativo. El indígena, al acatar entonces la drástica orden, recreó los patrones extranjeros impuestos, incorporándoles ciertos elementos y formas de su antiguo atuendo, conjunción hispano india cuyo resultado es el traje popular usado hasta nuestros días. Cambió la mujer el sobrio anacu por las polleras y el varón el uncu por el pantalón y chaqueta, adaptándolas a su idiosincrasia. Recreado el vestido en cada región, según determinado patrón hispano, sin embargo muestra en cada pueblo o comunidad características especiales que lo distingue.
En la indumentaria indígena actual pueden reconocerse varias piezas de indudable procedencia prehispánica : la lliclla o manta de las mujeres de la sierra; el chumpi o faja que los varones y mujeres ciñen en la cintura; el calzado, la antigua usuta o bolsa, que sigue igual a la usada hace milenios; la chucupa ayacuchana, posible reminiscencia de la pampacona pieza de fino cumbi doblada que llevaban sobre la cabeza la mujeres del tahuantinsuyo.
PIURA
En Piura, departamento norteño, las mujeres usaron desde tiempos prehispánicos el original vestido que los cronistas españoles denominaron capuz, por encontrarlo semejante a es prenda occidental. Según la tradición, las mujeres del norte vistieron de negro en señal de duelo por los Incas desaparecidos. Sin embargo, a juzgar por el testimonio de algunos cronistas, parece que era costumbre antigua en ciertas zonas.
Fue sólo a fines del siglo pasado cuando las mujeres decidieron disminuir en su atuendo el color negro, aunque sin desterrarlo por completo. El cambio se inició al vestir el oscuro capuz (manta), que ellas llamaban anacu, sobre camisones blancos de tela de algodón bordados con hilos de colores que, asomado por el escote y las aberturas para pasar los brazos, dieron vistosidad al conjunto, acentuada aún más con fajas policromas ceñidas a la cintura. Posteriormente, en las primeras décadas del siglo XX, eliminaron la parte superior del vestido, manteniendo la falda a la que, como anteriormente al capuz, dieron mayor vuelo a la cintura con las mismas fajas multicolor. Para resguardarse del fuerte sol norteño y como complemento indispensable usan amplios sombreros de palma, adornados con cinta negra. Son muy afectas a adornarse el cabello con flores y cuentan las abuelas que ellas solían usarlas ensartadas como collares. Por lo general peinan el cabello en dos gruesas trenzas, entrelazadas con fibras de algodón pardo, que llevan sueltas o levantadas y enrolladas alrededor de la cabeza.
LAMBAYEQUE
El vestido femenino de las áreas costeñas de Piura y Lambayeque es similar, salvo ligeras variantes locales. En los flancos de la Cordillera Occidental de Lambayeque puede observarse una original y vistosa indumentaria femenina, cuyos antecedentes, pese a su aspecto europeo, están en el anacu prehispánico que las norteñas modificaron a comienzos del siglo XX. El traje femenino de Huallabamba, en el área serrana del mismo departamento, es muy semejante. Visten también blusa de tela estampada de algodón, con pechera y puños llanos o, viceversa, de tela llana con los aditamentos de material estampado. La falda, muy amplia, es de tela negra de lana, recogida en la cintura.
LA LIBERTAD
Moche, distrito de la provincia de Trujillo, en la costa del departamento de La Libertad, mantuvo vigentes sus antiguas costumbres hasta aproximadamente mediados de este siglo y con ellas la indumentaria femenina tradicional, que todavía visten algunas ancianas. Al parecer no usaron el capuz, aunque sí ropa negra como todas las mujeres del norte. El traje femenino tradicional, conservado hasta fines del siglo XIX, consistía en una manta negra tejida de algodón, que llevaban envuelta al cuerpo de la cintura para abajo, y de otra igual puesta sobre los hombros cubriendo el torso.
CAJAMARCA
La indumentaria popular del departamento de Cajamarca presenta interesantes características, especialmente la femenina. Entre su variedad, el traje de las chinas del valle de Cajamarca se distingue por su sobriedad en la forma y color. En él se reconocen hasta en tres tipos de vestidos: uno en el que destaca el rebozo, falda negra de bayeta, amplia y muy plisada, que ciñen al talle con un ribete rojo y la dejan abierta por delante, de manera que se vea la enagua de tela blanca de algodón; otro, en que el anaco, falda dela misma bayeta negra, mantiene una abertura lateral sin tener los pliegues tan marcados; y un tercero que consta de una especie de túnica, muy estrecha, confeccionada de una sola pieza sin ningún tipo de costura, que envuelve completamente el cuerpo de la mujer desde los hombros hasta los tobillos.
Por lo demás, el vestido popular femenino en los diferentes pueblos de la provincia de Cajamarca, aunque con prendas fundamentalmente comunes, presenta modificaciones de color y forma. La blusa es de algodón, muchas veces satinado, blanca o en suaves tonos de rosado, celeste, o lila, casi siempre adornada con volantes en el cuello, pechera y puños. Se cubren con gruesos pañolones de lana, por lo común con flecos.
SAN MARTÍN
Entre las numerosas agrupaciones de indios que antiguamente poblaron la región del Huallaga medio, en el departamento de San Martín, los lamistas son el único grupo selvático que ha mantenido muchas de sus costumbres originales, quedando como muestra sobreviviente de antiguas etnías: cholones, hivitos y otras. El vestido de las mujeres lamistas tienen su origen , probablemente como el de las norteñas de la costa, en la antigua túnica prehispánica que los cronistas llamaron Capuz, cuyo uso en esas áreas aparece ya documentado por Martínez Compañón en el siglo XVIII. Llevan largas faldas vueluda, recogida en la cintura, de tela de algodón, y ahora indistintamente también de seda y de color, es holgada y de amplias mangas con bordados y volantes en el frente y puños. Se adornan con pendientes en las orejas y collares hechas con semillas y cuentas de colores, bandas de piel de reptil de finalidad mágica ajustadas a las muñecas y tobillos, y flores en la cabeza.
ANCASH
EL traje regional en las áreas serranas del departamento de Ancash se distingue por su vistosidad, especialmente el femenino. Está compuesto por la prendas comunes de la indumentaria tradicional: pantalón, camisa y poncho en los varones; falda, blusa y manta en las mujeres, aunque con características locales, particularmente en el Callejón de Huaylas.
Por lo general las mujeres visten blusas de colores como rosado, celeste, lila o blanco, confeccionadas de tela de seda o de algodón, y adornadas con volantes y algunos bordados hechos con sencillas puntadas representando a aves, flores o simples motivos geométricos. Llevan superpuestas varias polleras de bayeta negra, azul obscuro o de colores intensos, que en algunos lugares adornan con cintas, alforzas y pespuntes.